En el Real Madrid alucinan con Jude Bellingham. Al fichaje estrella de este verano, con permiso de Mbappé o sin él, le han bastado un par de partidos y unos días de entrenamiento para impactar a Ancelotti, a su cuerpo técnico, a sus compañeros, a la cúpula y a los madridistas. Puede que el que esté por venir sea el Madrid de Mbappé, pero bailará a ritmo de Bellingham.
Ya en el estreno del equipo ante el Milan, el internacional inglés dejó detalles de su impresionante calidad y de su abrumadora superioridad física desde la demarcación de mediapunta, pero su exhibición frente al Manchester United ha dejado a más de uno con la boca abierta. Su golazo, pletórico de calidad y plasticidad, abrochó antes de comenzar un partido a la altura de un crack: Jude Bellingham.
«Sabíamos que Bellingham era bueno, pero no tanto», comenta uno de los pesos pesados del vestuario del Real Madrid. Su talento no había pasado inadvertido ni para la dirección deportiva del club blanco ni para ninguno de los grandes europeos, que se apresuraron a hacer cola a las puertas de las oficinas del Borussia Dortmund para intentar su fichaje desde el pasado mes de enero.
El fichaje del verano
Su inicio de temporada y su brillante mundial le pusieron en la órbita de todos. Pero Bellingham sólo quería jugar en el Real Madrid. Lo tuvo claro desde el minuto uno y ni la llamada de Guardiola, ni la de su amigo Haaland, ni la irrechazable propuesta económica del Manchester City consiguieron que cambiara de opinión. «Sólo me iré de Dortmund para fichar por el Real Madrid», contestaba a cada propuesta que recibía.
Cumplió su sueño por la vía rápida y su fichaje se confirmó en los primeros días de mercado. El Real Madrid pagó al Dortmund 120 millones por Bellingham y, a la vista de su rendimiento en los dos primeros amistosos del equipo de Ancelotti, quién sabe si al final el traspaso va a ser barato. Lo que está clarísimo es que la sucesión de los Kroos y Modric pasa por las botas de Bellingham y que con el inglés el futuro del centro del campo del Real Madrid está en buenas manos. O en buenos pies.